Con la llegada de la pandemia por Covid-19 el interés por los virus como agentes infecciosos creció en todos; comenzamos a ver artículos explicándonos sobre su estructura, tiempo de vida, cómo es que nos infectan, etc. Sin embargo, poco se ha hablado sobre cómo es que los virus logran un proceso infeccioso tan exitoso que nos ha tomado tantos esfuerzos controlar.
Como descripción general, podemos decir que los virus son agentes que infectan otros organismos para multiplicarse, ya que estos no cuentan con la maquinaria necesaria para hacerlo solos. Sin embargo, los virus más comunes para los humanos, como los que causan el sarampión, el resfriado común o la varicela, no son el único tipo de virus que podemos encontrar. Además de estos, existen muchos otros virus que atacan a otros organismos, por ejemplo, aquellos que infectan específicamente a las bacterias, estos son llamados bacteriófagos o fagos.
Al igual que el resto de los virus, los fagos siguen distintas estrategias para completar su proceso infeccioso y lograr reproducirse utilizando la maquinaria celular con la que cuentan las bacterias. Algunos siguen un camino llamado “ciclo lítico”, en el cual se replican rápidamente matando a la bacteria; este es considerado un proceso agresivo dada la rapidez con la que empeora la infección y la muerte de la bacteria. Por otro lado, existe un camino menos agresivo que no implica la muerte de la bacteria, y requiere más tiempo para que la infección empeore, este es el llamado “ciclo lisogénico”, en el cual los virus se multiplican lentamente conforme la bacteria se divide.
Fago T7. Se caracteriza por adoptar un ciclo lítico.
Autor de la imagen: Kukski (CCBY 4.0)
Un ejemplo de cómo se presentan estos ciclos fue descrito en 2017, donde en un estudio realizado por el Departamento de Microbiología de la Universidad Estatal de Ohio, se descubrió que algunos fagos son capaces de producir una molécula de señalización que, según su concentración, determina el ciclo que seguirá el resto de virus. Esta molécula es un péptido (proteína muy pequeña) llamada arbitrium, que cuando se encuentra en bajas o altas concentraciones induce un ciclo lítico o un ciclo lisogénico, respectivamente. Cuando la infección inicia hay pocas células infectadas, por lo que la concentración de arbitrum es baja y se desencadena una proceso lítico en el que los fagos se multiplican rápidamente, esto aumenta la concentración de la molécula señalizadora, provocando el inicio de un ciclo lisogénico.
Esta información es sumamente importante en áreas de la biotecnología como lo es la ingeniería genética o en áreas clínicas como el control de patógenos. Dentro de la ingeniería genética es una herramienta altamente efectiva como método de clonación dada sus particulares características, que permiten reemplazar hasta un tercio de su información genética con ADN exógeno sin afectarlo.
Por otro lado, los fagos también son considerados aliados en el control de patógenos, ya que son agentes de control bacteriano por naturaleza y pueden ser usados como tratamiento antimicrobiano en áreas médicas o alimentarias. Conocer el comportamiento y los mecanismos mediante los cuales los virus se comunican es especialmente útil para el control de patógenos y el desarrollo de respuestas adecuadas en el área clínica ante enfermedades de origen viral como el Covid-19. Además, saber cómo se puede controlar su proceso infeccioso y lograr que los fagos modificados o usados como agentes antibacterianos se comuniquen entre ellos puede ser un paso muy importante en la ingeniería genética
Doekes, H. M., Mulder, G. A., & Hermsen, R. (2021). Repeated outbreaks drive the evolution of bacteriophage communication. ELife Sciences. Obtenido de: https://elifesciences.org/articles/58410
Autoría: Azucena Rebollar Pérez
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